Llegué en febrero de 2023, hace algo más de año y 10 meses. Llegué perdida, por recomendación de Sonia (nombre ficticio), y desesperada, muy desesperada.
Por aquel entonces, apenas dormía, y cuando lo hacía soñaba sobre lo que había pasado, lo que había hecho o dejado de hacer… situaciones más o menos reales que no me dejaban descansar.
La persona que yo había elegido querer, con la que veía clarísimamente mi futuro, él que quería que me acompañase en el camino…me había dejado de un día para otro. Tuve que verlo muchas veces, incluso acompañado de otra persona. Viví situaciones que me hacían mucho daño. Y que, sin lugar a dudas, él podía haber evitado.
Pero lo peor no es eso, sino que con el paso del tiempo (y mucha, mucha terapia) entendí que no solo yéndose me había hecho daño, ni con cómo se fue…sino que durante la relación me hizo el peor de los daños: conseguir que me perdiese a mí misma.
Encontré a Naïrela Psicología. Y ahí es cuando conocí a Natalia, la persona que me guió y acompañó en todo este camino. Un camino de mucho aprendizaje.
Mis sesiones eran una constante de cleenex, lágrimas, palpitaciones rápidas y sudores. Recuerdo repetir mucho las frases: “estoy cansada”, “no puedo más”, y el martirizarme mucho con el estar mal, por algo que según los demás “no debería dolerme tanto”. Por estar gestionando “mal” toda esa situación, por la idealización hacia mi ex pareja (tanto mía como de los demás).
Sentía culpa, muchísima. Sentía rabia, muchísima…y a día de hoy a veces aun la siento, pero no con tanta carga. Casi todo era negro y negativo. Pero, ¿cómo no iba a serlo? Fueron momentos muy duros, y no solo por cómo yo lo estaba gestionando (ahora entiendo que normal con todo el contexto), sino por el sentirme tan sola y tan poco acompañada y entendida. Mis amigas (las de toda la vida) también eligieron irse.
Poco a poco, fui capaz de volver a sentarme en mi sofá, volver a dormir en mi cama y cocinar en mi cocina…un poco más mío y menos nuestro. Todo me recordaba a Diego (nombre ficticio). Era un suplicio.
Poco a poco, empecé a sentirme más acompañada y más querida, a ver que si pedía ayuda no estaba tan sola. Pero me costaba hacerlo. Me escudaba en muchas cosas hasta que paraba y me encontraba mal, explotaba y pedía ayuda otra vez. Y ahí estaban, Carla, Miguel, Leo, Paco, Antonio (nombres ficticios) y mis padres para escucharme mil y una veces. Y aunque quizás no podían entenderme y me daban caña…al menos intentaban hacerlo a su manera. A mi padre lo veía sufrir mucho por mí, y eso también era doloroso, supongo que por eso a veces seguía haciendo ver que todo mejor.
Durante la primera parte del camino hubo mil momentos horribles y, llegado junio, tras un tiempo fue mejorando. Sin embargo, por aquel entonces yo ya había aguantado tanto y estaba tan cansada que a veces me venía incluso la idea de irme, aparecieron (o empecé a ser consciente) de las ideaciones suicidas. Yo intentaba disfrutar, ponía todo lo que tenía de mi parte, pero aun así, seguía doliendo. Y reconocer esto fue muy duro.
Duro, pero también un poco liberador. Gracias a contarlo, empecé a sentirme más entendida y más acompañada, otra vez por Carla, Miguel, Leo, Paco, Antonio y mis padres. Otra vez sin rastro de mis “amigas de siempre”.
Hubo un punto en el que me di cuenta de que hasta que no bajase del pedestal a mi ex, le seguiría idealizando y no siendo consciente de todo lo que él había generado en mí. Y llegaron los deberes de terapia, que supusieron un click en mi cabeza y corazón (aquí ambos empezaron a alinearse). Me di cuenta de todo por lo que había pasado, de todas las cosas que Diego había dicho o hecho y que habían conseguido producir en mí “un goteo” constante de cosas imperceptibles para mí que acabaron con mi autoestima y con el “yo” que existía antes de conocerlo él.
Pasó el tiempo, y poco a poco empezó a doler menos, dormía mejor, disfrutaba de estar mi casa, de mí y mi soledad (aunque me siga apeteciendo tener compañía). Empecé a abrirme a conocer a otras personas… Apareció Álvaro (nombre ficticio), relación gracias a la cual practiqué el poner límites y respetar lo que yo de verdad quería. Poco a poco, empezaron a haber momentos buenos, incluso muy buenos.
No logro recordar todas las paradas intermedias que hubo en el camino. Sí recuerdo mucho dolor al principio, mucho aprendizaje en el medio, y mucho poner en práctica al final.
Me voy entendiéndome un poco más, entendiendo mi contexto y mi vida, y cómo influye todo lo que ha pasado en cómo soy y me gestiono ahora. Sigo siendo la Ana (nombre ficticio) que entró a terapia, pero una versión 3.0. Voy a seguir experimentando muchas cosas, pero por fin puedo entenderlas. Y entenderlas hace que no me culpe tanto, que no me autoexija tanto, que sea mucho más compasiva conmigo misma… y aunque mi autoestima todavía está fortaleciéndose, sigo trabajando en ello. Llegué desolada y desesperada, y me voy esperanzada. Sé que me queda un largo camino, y que seré la Ana 4.0, 5.0 o 1000.0 a lo largo de lo que me queda (ojalá mucho). Pero por fin, esa salida que no veía allá por septiembre de 2023, está cada vez más cerca (o quizás sea incluso esto que estamos haciendo hoy).
Por fin creo, al menos un poquito, que puedo volver a querer, que soy una persona querible, y que, aunque todo lo malo vivido va a seguir en mí y va a seguir doliendo al recordarlo… podrán venir cosas buenas a mi vida. Que ya me lo voy mereciendo.
Ha sido un camino doloroso, muy incómodo en muchas ocasiones, muy cansado otras tantas. Pero he trabajado mucho, me he esforzado porque la terapia pasase por mí y no yo por ella.
He sido muy, muy valiente, y aunque todos en el fondo lo merezcamos, en este espacio hablamos de mí, así que: YO me merezco todo lo bueno que me pase de ahora en adelante, y no he merecido todo por lo que vine aquí.
Esperanza es la palabra de lo que viene de ahora en adelante. Y un poco de alivio también. Cerrar esta etapa es algo que necesitaba, aunque tenga que volver a abrir otras más adelante.
Me voy con cosas que pulir, pero contenta y satisfecha conmigo misma, orgullosa y con un nudito en el estómago por lo que fue y lo que vendrá.